Jack Andrews

Capitulo III

Un fuerte puñetazo sonó en las oficinas de Jack Andrews, ubicadas en un enorme edificio en el centro de Suprema Londres. Dentro de ellas, un hombre gordo y de ojos prominentes se encontraba en el suelo con la nariz empezando a sangrar. Observando cómo se ponía de pie el individuo estaban Travis Clarke, un asesino a sueldo; delgado y alto con cabello y barba pelirrojos, vestido con una enorme gabardina color café que hacían resaltar sus ojos azules. Se encontraban también Peter Peck y Boris Reed, sus compañeros mercenarios. El primero era de cuarenta y dos años aproximadamente, era de poca estatura, cabello rubio encanecido, cara un poco arrugada y debajo de esos ojos azules claro había dos enormes ojeras que resaltaban más que nada. Reed era un tipo musculoso y alto, de mirada enojada, cabello corto y rubio bien peinado hacia atrás y con unas manos demasiado grandes de lo normal.
-¡Detesto que me fallen! Grito enfurecido Jack Andrews, un viejo de estatura normal, cabello castaño con canas en las sienes, nariz aguileña y ojos pequeños de mirada despreciativa.
Se desabotonó la camisa desesperadamente y quitó su corbata de un tirón. Luego caminó de un lado a otro por detrás de su escritorio tomándose los cabellos.
-¡Quedamos en que tenías que deshacerte del cadáver! ¿Oíste Derrick? ¿Por qué no lo hiciste como te ordené? Gritaba Andrews.
-Discúlpeme señor, creo que metí la pata- le contestó el gordo, mientras limpiaba la sangre de su nariz con el pañuelo.
¡Claro que la cagaste Derrick! ¡Ahora sospecharán de mí! ¡Soy el principal sospechoso!-Gritó Andrews.
Lógicamente el histérico decía la verdad. Él había mandado matar al candidato electo George Hunt, porque él era su suplente. Muerto Hunt, él sería el nuevo Alcalde de Suprema Londres.
El jefe de los mercenarios se acercó a Andrews.
-Nosotros sí cumplimos con lo indicado, así que tendrá que pagar nuestro trabajo.- Le dijo.
El viejo se tranquilizó sólo un poco. Respiró profundo y se quedó pensativo unos momentos.
-Creo que tendrán que hacer el trabajo que era de éste imbécil. -Les dijo Andrews.
-Entendemos lo que quiere decirnos.-Contestó Clarke.
-Como el cadáver ya no está donde debería, es lógico que se encuentra en alguna de las dos morgues. Iremos entonces para allá y destruiremos el cuerpo para que no sea identificado. En caso de que ya haya sido reconocido, eliminaremos a los forenses y así evitaremos que existan evidencias mañana al amanecer, cuando la ley vaya a la morgue por los resultados de la autopsia. ¿O acaso me equivoco Sr. Andrews?-Dedujo Peck.
-Les pagaré lo que sea, socios. Sólo hagan el trabajo.-Les dijo Andrews.
Los tres mercenarios se retiraron del lugar, dejando solos al gordo y al histérico viejo. Éste miró furicamente a su empleado, que seguía limpiando su ensangrentada nariz.
-No te costaba nada haber recogido el jodido cuerpo de George, Derrick.-Le dijo pasivamente Andrews.
-Lo sé señor, no merezco el pago que usted me iba a dar.-Le dijo Derrick.
-Por lo menos estás consciente de que no voy a pagarte algo que no hiciste.-Le contestó el viejo, respirando de manera calmada, confiando en el trabajo que harían los mercenarios.
El gordo se acercó un poco hacia su jefe, con el rostro de arrepentimiento en su cara.
-De ahora en adelante haré todo lo que usted me ordene, señor.-Le dijo Derrick.
Andrews lo miró a los ojos. Luego sacó de un cajón de su escritorio una hermosísima navaja chapeada en oro y se la dio en la mano derecha.
-¿Qué significa esto, señor?-Preguntó el obeso asustado.
-Quiero probar tu lealtad; córtate una oreja y colócala en mi cenicero.-Le contestó Andrews.
Frías gotas de sudor comenzaron a inundar la cara del obeso; temblaba todo su cuerpo y sus ojos se hicieron más saltones todavía; pero aún así, acercó el acero filoso a su oreja derecha; era tal su nerviosismo que el sudor corrió por el mismo; cortó la carne lentamente, el sudor se mezcló con la sangre que corría por el cuello de Derrick. Una risa burlona inundó la cara de Andrews.

0 comentarios:

Publicar un comentario